viernes, marzo 12, 2010

El Negocio Escolar de Chile


Existen básicamente, 3 tipos de educación en Chile; la publica municipalizada, la particular con subvención estatal (o particular subvencionada), y la privada.

La primera, como sabemos es a la que se le asocian los mayores y numerosos problemas de calidad, achacados a la falta de recursos principalmente. La segunda, también con problemas de calidad, aunque se reconoce una mejora en relación a la primera, pero con sus bemoles; ellos utilizan medidas como el SIMCE para demostrar su calidad, que son de credibilidad cuestionable. Los terceros, no tienen problemas de recursos, enseñanza de “excelencia”, y se esmeran en mantener separado a su alumnado de grupos a los que no están enfocados, sea usando la religión, precios o ubicación. Me quiero centrar en los colegios particulares subvencionados, que creo son los que causan el mayor daño financiero a las familias, sin aportar una real mayor calidad de educación.

Uniformes escolares

No sé si se han fijado, pero desde los años 80s vemos que se ha desvirtuado el uso del uniforme escolar, herramienta pensada en el ahorro de los padres en ropa para sus hijos durante el gobierno de Frei Montalva, el Pantalón Gris, Camisa Celeste y Vestón azul; y Jumper Azul Blusa Blanca y Calcetas Azules o Blancas, ya se ven cada vez menos y parecen haber desaparecido casi por completo. Como distintivo en esos tiempos se usaba, la corbata y la insignia del colegio. Poco a poco, aparecieron las calcetas diferentes, los cinturones en las niñas, corbatines para ellas, en lugar de la corbata, la camisa blanca para ellos en lugar de la celeste; y así. Pronto, nos encontramos con la magnífica idea de algunos directores de colegio, sobretodo de “particulares subvencionados”, de primero agregar accesorios o cambiar algunas prendas, como en lugar de jumper, una falda plisada, boinas y chalecos diferentes. Luego se agregaron los buzos, polerones y parkas, llegando al extremo, de poleras en lugar de camisas, piochas en lugar de insignias, vestones de colores (burdeos, verdes, etc) y poleras para deporte. Es tanta la aberración que incluso hay dos uniformes en el año, entre marzo y abril, uno; y entre mayo y septiembre, otro; regresando al primero entre octubre y diciembre. La verdad, no sé como los padres han permitido esto, el cual es un tremendo negocio para los colegios y también se ha creado una industria comercial alrededor de estas estúpidas exigencias que no hacen más que delatar nuestro espíritu arribista y ese ánimo permanente de distinguirse por el aspecto. Les pregunto: ¿cuál es la verdadera utilidad del uniforme como tal, como un aporte al aprendizaje de los niños en el colegio? Que se vean lindos y ordenados, no es un aporte mayor al que lo es usar una marca X de cuadernos. Economía, porque me ahorro plata en ropa, me han dicho. Puede ser, siempre que la ropa fuera genérica, pero no lo es, sin mencionar que se convierte en un trauma financiero, cambiar a un niño de colegio, o que el colegio cambie de uniforme, o agregue prendas a él. Entonces, se ha perdido el espíritu de la economía con que el uniforme escolar fue creado, eso de “uniforme”, se refiere a uniformidad, pero a nivel social, entre clases sociales. Los padres que desean inculcar en sus hijos valores; deberían entender que la solidaridad nace de la empatía y de la igualdad, pero nuestros niños crecen con el germen de la segregación, los colegios fuerzan estas situaciones, con el afán de aparentar calidad y “diferencia” a través de los atuendos de sus alumnos, descuidando ítems –a mi juicio- mucho más importantes, como la Educación Cívica, la Educación Sexual, Economía Doméstica, entre otras, que son materias que los niños deberían aprender desde pequeños. Los padres deben desembolsar mucho dinero, no en la poca ropa estándar que queda del uniforme original, sino sobretodo en los uniformes diferenciados (¿oxímoron?), tiendo a creer que solo van quedando los pantalones grises en ellos; y los zapatos negros en general; ya que las camisas, poleras, chalecos, polerones, parkas, calcetas, buzos, poleras de deporte, boinas, jockeys y más, cambian, y son más costosos; debido a que no son producidos en masa. Todo esto sin mencionar de la malísima calidad en que son confeccionados, sobre todo aquellos que se venden en las casas comerciales, que encontraron en este segmento; un gran negociado; tanto es así, que se han “repartido los colegios”, y así ni siquiera compiten, salvo muy pocas excepciones.

Textos escolares

He aquí, uno de los más cuestionables negocios de Chile, que muchos critican, pero nadie remedia. El gobierno, con nuestros impuestos, hace el esfuerzo de comprar textos estándar según el currículo escolar, para todos los alumnos de colegios públicos o con aportes del estado. Pero este beneficio, no es aprovechado por todos los alumnos a los que está dirigido. ¿Porqué?, porque se les permite a los colegios (profesores, UTP, dirección y sostenedor) cambiar los textos, con el pretexto de que son mejores que los que da el gobierno, o porque el currículo elegido por el colegio se basa en esos textos, etc. Las justificaciones sobran. El problema es que los libros en Chile son muy caros, un texto escolar puede llegar a costar 25 o 30 mil pesos, dinero que se multiplica con la cantidad de asignaturas y cantidad de hijos; imaginen una familia con dos niños en edad escolar, unos en primer ciclo y otro en segundo ciclo. En total son 7 textos escolares (3 y 4), sin mencionar el libro de idioma extranjero. Seria esperable que en un país que avanza hacia la igualdad siempre nivele hacia arriba y quitar el pretexto de mejor calidad seria simple si el estado entrega dicha mejor calidad, cualquier colegio que reciba aportes del estado debe usar el currículo del estado (que es el de mejor calidad), y así los textos son aportados por el estado, y no se hace el negociado a las Editoriales, que debo decir, que los libros podrían tener estructuras que permitan su reutilización, o que no por cambiarles la portada o el nombre de los personajes, el texto quede obsoleto. Podrían -los libros- traer un cuaderno de desarrollo, para que el texto no reciba rayas y así, al año siguiente, se compra el cuaderno de desarrollo. Que el colegio siempre (o casi) use los mismos títulos de los libros, así pueden ser reutilizados por los nuevos alumnos o hermanos menores, y así, reglas simples para colaborar con la economía del país y la calidad de vida de las familias. Pero no, se hace -sin control- todo lo contrario.

Dinero, y más dinero

Se rebusca la forma de sacar más dinero a las familias con estos pretextos, uniformes, textos escolares, listas de útiles excesivas; lectura escolar, si, porque se usan libros que a veces son caros o difíciles de conseguir, pero el colegio tiene la solución, vender fotocopias de los libros; vulnerando la ley de derechos de autor y de pasada haciendo un negocio totalmente ilegal. Se venden las guías de ejercicios o estudio a los niños, se les piden hasta los plumones de pizarra y útiles de aseo, artículos que estimo son gastos administrativos de un colegio, y nada tienen que ver con la educación de los niños, como mejorar los sueldos de los profesores, aumentar la cantidad de horas o incluir talleres en las jornadas completas. Es un hecho que muchos colegios sí incluyen este tipo de medidas, pero los vicios, aun así, existen.

Lo ideal

Como escenario ideal de educación, y sin ser un experto en educación, creo que debería contemplar temas como: incluir Educación Cívica y Sexual en los colegios, Economía Doméstica, Ética o Filosofía, excluir todo tipo de sesgo religioso de las aulas; supongo que estarán de acuerdo que no es válido que un Estado separado de la(s) iglesia(s) este subvencionando con impuestos el hecho que ciertas instituciones divulguen sus dogmas co-financiados por el estado, que debe asegurar educación y no adoctrinamiento; mas allá de mis creencias, también encontraría no valido que un colegio cuyo sostenedor fuera una institución atea, e incluyera ramos relativos al ateísmo e intervenciones masivas a sus alumnos. Siento que primero, un colegio no puede involucrarse en temas que son solo relativos a la libertad de cada familia y cada persona; se debería privilegiar la libertad, la curiosidad, la diversidad de conocimiento. Inculcar dogmas, creencias, tradiciones religiosas a niños indefensos en su edad más vulnerable, es por lo menos un error, sino una aberración en un país libre, estado/iglesia separados y con libertad de credo. Me dirán, es que pueden eximirse de religión, pero esos niños son apartados de los demás, por ende discriminados, lo que a esa edad es al menos cuestionable. Además, aun eximidos, los colegios incluyen en sus actos, acciones como discursos religiosos (sermones) y oraciones, además de actividades como ir a misa o agregar como actividades extra el catecismo y celebraciones de sacramentos y fechas religiosas.

Adicionalmente al currículo, creo que los profesores deberían acercarse más a las familias y colaborar en la mejor educación llevando a las reuniones temas de la escolaridad, consejos de estudio, y no limitarse a organizar días del alumno, actos, celebraciones varias, y paseo de fin de año. He sido testigo de reuniones donde he perdido 2 horas escuchando la planificación de un paseo, en lugar de hablar de los problemas de conducta de algunos chicos, o del rendimiento, o de los planes para el siguiente semestre o año, de nuestras experiencias como padres y nuestras críticas. Para eso somos citados de a uno, donde tenemos un tiempo limitado y una discusión focalizada en nuestro hijo, donde ante el temor de que nos lo discriminen o etiqueten, somos solo oyentes de un discurso lejano. He de reconocer que hay excepciones, a nivel de colegio y de profesores, pero no es una política gubernamental, no es parte de nuestro sistema educativo y no es parte de una tradición familiar/escolar. La individualidad se refleja incluso a la hora de la colación.

La educación de calidad, creo, no está dada por la cantidad de kilos en libros que lleven nuestros hijos en la espalda, sino por un método y contenido actualizado, que fomente la curiosidad, que entregue herramientas para aprender a pensar, a razonar críticamente, a ver el mundo desde la horizontalidad de la empatía, y la verticalidad de la planificación. Queremos hijos conscientes, que guarden el papel de dulce en su bolsillo, que comprendan lo que leen, que se interesen por mas cosas que los realities, que algunos de nosotros los padres los dejamos ver. Que conozcan el respeto, aprendan a defender sus ideales y a respetar los de otros. Que sepan debatir y argumentar. Los niños son nuestro mayor tesoro, son los futuros administradores de la sociedad que les dejaremos y habitantes de este país y planeta, que ya está cansado. Los mejores, no son los que cuelgan más MBA en su pared, sino los que hacen las cosas bien, siempre. Con honestidad. Con verdad. Mirando al frente, sabiendo que tras ellos vienen más. Que tras ellos el camino y el paisaje deben quedar mejor de cómo estaba.

Epilogo

Esta nota no es un lamento, sino una búsqueda de expresar mi descontento con una de las instituciones más importantes en una sociedad, la educativa, siento que es aquí donde se forjan conductas que llevaran a nuestra sociedad en una u otra dirección, amistad, igualdad, empatía, solidaridad; que se solo se ven a modo de caricatura, juntando ropa usada “para repartir a los pobres”; los valores no se quedan en los niños, solo son testigos de la desigualdad, la que ven de lejos y con recelo, llegan a temerle, y para ello se les enseña a ser mejores, “tú, sólo tú, TÚ; no debes estudiar para hacer lo que te gusta, debes hacerlo para que ganes plata, o quiere barrer los baños como el auxiliar de tu colegio? ”, cuantas veces, hasta yo me he visto con esas lamentables frases en la boca?

Soy padre de dos hijos maravillosos, uno ya de 9 y ella de 3, y vive con nosotros un sobrino de 10, a quien intentamos darle lo mismo que a nuestros hijos; es difícil, y caro, muy caro. Y creo que no debería ser así. Veo que se gastan miles de millones en cosas que mal funcionan, o simplemente se pierden entre corrupción y mala gestión, siento que tengo el derecho y el deber de reclamar, argumentando mi posición con mis propias sensaciones y vivencias.

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